(Alfonso Brezmes)
Hay un alma de sangre,
pero no nos llames clavel,
la tarde se prende del pecho
de cualquier gigante vencido,
paradigma y fe de una ciudad.
Son las seis y media de la carne
y dan ganas de llenar unos ojos con esparto,
pero no depende de ti,
nunca depende de ti.
Es verdad,
uno se reseca tan compuesto y a deshora,
oyendo cómo los buenos caminan despacio
y la prisa se nos queda siempre en la penumbra.
Que la noche sea el atardecer de otros lugares,
no depende de ti,
nunca depende de ti,
cuando la ciudad esté cuidada por todos
y nadie la posea.