Pues los poetas son
pequeños animales en disturbio
con la sed en los ojos y en la
garganta amor


(Jesús Hilario Tundidor)

jueves, 31 de diciembre de 2015

California Lo Sabe





Podríais leerme a contraluz
y sabríais que escribo
como un hijo único que no repara en el milagro de su soledad,
que hay tristezas vírgenes
y el espectáculo comienza e improviso.
Y el espectáculo comienza e improviso con un paraguas abierto.
Y no sé por qué
acabo siempre hablando de mujeres con vosotros,
cerrad las puertas anchas o habrá secuelas.

No puedo perder la juventud
explicando mis motivos,
si entro en el juego es para reírme de todos,
                               ya sonada vuestra hora,
no hay nada como marcharse

y subir a las lunas de California.


lunes, 28 de diciembre de 2015

Nuevas Noticias De Ayer

(Francesca Woodman)



Seguro ya de que no pasa nada,
pongo un pie adentro, y dejo que la puerta
se cierre de golpe. Otra iglesia: esteras, asientos, piedra
y folletos; rastros de flores cortadas
para el domingo, algo marchitas; un poco de bronce y otras cosas
del lado de lo santo; el órgano, pulcro, pequeño;
Y un tenso, rancio, insoslayable silencio
que sabe Dios cuánto tiempo
demoró en decantarse. A falta de sombrero,
mi torpe homenaje consiste
en soltar mis pinzas de ciclista.

Avanzar, recorrer con la mano el borde circular
de la pila. Desde aquí, el techo parece casi nuevo –
¿limpiaron, repararon? Alguien sabrá; no tengo idea.
Subiendo al púlpito, repaso
unos pocos versos grandilocuentes, pronuncio
sin querer, a toda boca, “Aquí concluye…”
Los ecos, burlones, se ríen un poquito. Ya en la puerta,
firmo el libro, hago una pequeña donación, una moneda,
pienso: no valía la pena detenerse en el lugar.

Pero sí me detuve: de hecho, suelo hacerlo,
y siempre termino así como en suspenso,
preguntándome qué se busca; preguntándome, también,
por las iglesias cuando ya no se usen para nada:
en qué se transformarán; si algunas catedrales
serán crónicamente un espectáculo,
con pergaminos, platería, copones en vitrinas bajo llave,
mientras las otras se arriendan, sin costo, a la lluvia o las ovejas.
¿Serán de mal agüero? ¿Las evitará la gente?

¿O acaso, de noche, se irán a acercar
equívocas mujeres, trayendo sus hijos a tocar cierta piedra;
a cortar hierbas para un cáncer, o en una fecha especial
a ver a algún muerto caminando?
De una u otra manera, persistirá cierto poder,
en juegos, adivinanzas, como azarosamente;
la superstición, como la creencia, tendrá que morir,
y ¿qué quedará, sin siquiera descreimiento?
Pasto, piedras con maleza, zarzas, contrafuerte, firmamento.

Formas más difíciles de reconocer cada semana,
un propósito cada vez más recóndito. Me pregunto
quién será el último, realmente el último
en buscar este recinto por lo que fue: ¿tal vez uno de aquellos
que golpean suavemente la pared, anotan, y saben lo que fueron
los coros con celosías? ¿Algún adicto a las ruinas, codiciando
alguna antigüedad, o un fanático de las navidades, en procura
de un olorcillo a paramentos, a tubos de órgano, a mirra?
O será acaso mi representante,

Aburrido, desinformado, sabiendo que el légamo fantasmal
se ha dispersado, pero atraído a este cruce de terrenos
pasando por las zarzas suburbanas, pues aquí se contuvo
por tanto tiempo, y de modo tan ecuánime, lo que ahora
se encuentra sólo en la separación — matrimonio, nacimiento,
y muerte, y cuanto se piense de ellos– ¿para eso habrán construido
esta especial caparazón? Aunque no tengo idea
de cuánto vale este añejo galpón ornamentado
me complace quedarme aquí en silencio;

Pues es seria esta casa, y se encuentra en tierra seria,
y en su aire mixturado nuestras tantas compulsiones
confluyen, se reconocen, se atavían de destino.
Y eso nunca podrá caducar,
pues siempre alguien estará sorprendiéndose
de encontrar en sí mismo una avidez por lo serio,
y gravitará con ella hacia esta tierra,
propicia–oyó una vez–para volverse sabio,
aunque más no sea por los muchos muertos
que yacen aquí, a su alrededor.



(Philip Larkin)

jueves, 24 de diciembre de 2015

Artur Lundkvist Os Desea Una Feliz Navidad





La primera estrella miró aterrada a su alrededor y se desplomó.
El primer fuego olvidó su humo 

y el primer humo no encontró su fuego.
El primer árbol no tenía hojas, ni eco el primer grito,
el primer mar parió por error una montaña.
Fue cuando un oído oyó por primera vez el trueno
y el copo de nieve soñó ser la primera flor.
Fue cuando los hielos se fundieron por séptima vez
y cuando la lluvia aún no tenía nombre.
Entonces surgieron seres que luchaban por ser hombres sin saberlo.
Su primer barco fue de piedra y se hundió,
su primer carro no tenía ruedas y no se movía,
su primera rueda fue cuadrada y se negó a rodar.
Su primer amor fue violencia, su primer beso un mordisco.
El primer hombre nació
cuando comprendió que había matado a otro hombre.



(Artur Lundkvist)


lunes, 14 de diciembre de 2015

De Un Sexto Panero

(El desencanto, Jaime Chávarri)



Quieren entrecortarnos en un brindis al sol
por la sombra de lo que seremos:
el invierno en torno a un guante perdido.

Ceded el oficio de la pesadilla,
al fin y al cabo,
los sueños no permanecen inmóviles.

Como poeta y poema,
debe morir el padre
para que pueda vivir el hijo.


martes, 8 de diciembre de 2015

Minuto De Oro Y Barro



(...)
Vengo muy dolorido de aquel infierno de incensarios locos,
de aquella boba gloria: sonreídme.

Sonreídme, que voy
a donde estáis vosotros los de siempre,
los que cubrís de espigas y racimos la boca del que nos escupe,
los que conmigo en surcos, andamios, fraguas, hornos,
os arrancáis la corona del sudor a diario.

Me libré de los templos: sonreídme,
donde me consumía con tristeza de lámpara
encerrado en el poco aire de los sagrarios.
Salté al monte de donde procedo,
a las viñas donde halla tanta hermana mi sangre,
a vuestra compañía de relativo barro.

Agrupo mi hambre, mis penas y estas cicatrices
que llevo de tratar piedras y hachas
a vuestras hambres, vuestras penas y vuestra herrada carne,
porque para calmar nuestra desesperación de toros castigados
habremos de agruparnos oceánicamente.

(...)


(Miguel Hernández)