Como dormir sobre el capó caliente de un coche blanco,
como mirar los huecos de las olas intactas tras tres siglos,
cómo reconocer cuando mis pies tocan el cabecero
que he crecido demasiado cerca del orgullo;
en los cuatro costados suena la resistencia de las cosas,
más fuerte que su insistencia.
Soñar como una trampa para la imaginación
y los techos altos son sables colgando del paraíso.
Profunda tela de la noche,
acojo a mujeres que dejan por recuerdo
algún dedo cortado en una botella de ginebra
—resultan inspiradoras tantas sienes adolescentes—.
Tengo miedo del demonio más allá del filo
y otra vez
viene el mes de la misericordia a soltarme las manos,
porque las sombras nacen expuestas
a una luz que recordaba.
En privado todo me parece pasión indecible:
he aquí el poeta de naturalezas muertas.