(Bande à part, Jean-Luc Godard)
Francisco Fortuny, en el brillante prólogo de una antología sobre Emilio Carrere, escribía, a grosso modo, que el daño de los vanguardistas al sentido del gusto poético era irreparable. Romanticismo, Modernismo, Decandentismo... constituyen modelos prevanguardistas y por consiguiente, hoy obsoletos en su forma, que
no en su fondo. Con reservas, los espejos de esta generación guardan el desencanto de Rimbaud/Baudelaire y la rebeldía burguesa de los románticos.
Por postmoderno podemos entender antimodernista según la ¿evolución? versificadora desde Salvador Rueda. En un fallido intento por sacar al género de aquella "jaula de oro", los escritores adoptaron un tono más llano y coloquial, desechando por el camino la musicalidad y la rima, símbolos de un concepto de belleza demasiado pulcro. Evidentemente, el mundo parece muy distinto dos siglos después, hasta el punto de considerar dichos rasgos un síntoma de poesía menor. Decisivo "hallazgo" métrico, el verso libre parece conferir una digna gravedad a las composiciones.
El siglo XX nos ha hecho juzgar como ingenuidad los sonetos de Zorrilla, las canciones de Espronceda, los jardines de Rubén Darío... Tan cínicos que declaramos la muerte de Bécquer en la claridad del mediodía. Todos somos sus asesinos. Primer culpable: la filosofía contemporánea cuando sinonima idealismo con religión. Ideas, ideologías, idiotas. También en el arte.
Traigo a contexto un libro que he podido disfrutar estos últimos días de un sobresaliente poeta, Cristian Alcaraz.
La orientación de las hormigas resultó merecido ganador del Premio de Poesía Andalucía Joven 2013. Uno de los textos que contiene abre con cita, diario El País. Imaginemos que por un casual (infortunio) el autor fuese lector de La Razón, diario menos "afín", digámoslo así, al "talante" del Gobierno andaluz y hubiera decidido escoger un titular del juguete de Paquito "azotaestalinistas" Marhuenda. Y cuando digo citar, quiero decir citar seriamente, pese a que su rigor periodístico invite a lo contrario. No seré yo quien recele de la objetividad de un certamen estatal. Como buen idealista, disfruto rimando gerundios, redundando en exceso e inventando sinestesias.