Señoras
y señores, miembros y miembras de la Comisión Europea, me remito a
ustedes en este escrito a raíz de un trágico suceso acaecido en las
costas de mi actual país de residencia e irremediable lugar de
nacimiento. El pasado 6 de febrero, 15 personas procedentes de
diversas regiones africanas perecieron ahogadas en aguas cercanas a
Ceuta en el intento desesperado de sobrevivir al futuro en una tierra
menos hostil. La actuación de las fuerzas de seguridad, ordenada por
el director de las mismas, Arsenio Fernández de Mesa , fue, cuanto
menos, controvertida, demostrándose en imágenes de distintas
cámaras de seguridad que fueron disparadas pelotas de goma durante
la travesía a nado de distintos inmigrantes. Que este hecho pudiera
ser la causa directa o indirecta de la muerte de algunos o de la
totalidad de ellos es algo que quizá nunca conoceré. En cualquier
caso, exijo la dimisión del Sr. de Mesa y de los responsables
prácticos e ideológicos de este "método disuasorio".
Debido
al caracter sectario de la política española, voces del Partido
Socia-listo (PSOE, perdón por la licencia, se trata de una
denominación personal) y de otros grupos de la oposición al
gobierno actual se han adscrito a la crítica simplista exigiendo la
dimisión del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, sin ir
más allá en sus reivindicaciones. Personalmente, mis preferencias
políticas no se adhieren a ningún partido existente. Si tuviera que
definirme podría ofrecerles como indicio que del techo de mi
habitación pende una bandera del grupo Rage Against The Machine. Y
por eso, como pretendo llegar hasta el engranaje de la máquina,
necesito ir más allá.
La
inmigración es un problema global, no local, porque cuando alguien
consigue cruzar la frontera española está cruzando la frontera
europea. No pedir ejemplo cuando tú no quieres ofrecerlo parece una
de las premisas fundamentales de la ética democrática que Cecilia
Malström, Comisaria Europea de Asuntos Interiores, olvida al
recriminar a España sus “políticas represivas”1.
Los
países del norte de la UE llevan décadas desarrollando diplomacias
migratorias cercanas a la ideología nazi no sólo para los
irregulares, sino también para los regularizados (términos de por
sí detestables). En Bélgica es inviable la permanencia de un extranjero si no percibe al menos 1300 euros mensuales 2. Suecia3,
Suiza y Dinamarca destacan por su mínima tasa de empleabilidad
foránea y los escasos niveles de paro autóctono4. Estos
estados que se autoproclaman referente del progresismo occidental han
fundado sus sólidas economías en principios excluyentes,
enclaustrando sus sociedades tras checkpoints económicos,
condescendientes con una globalización elitista.
Parece
fácil mirar hacia el sur cuando no tienes a un sólo paso de
estrecho al continente más pobre del mundo jugándose su gangrena a
cara o cruz. Divago con la certeza de que si un país europeo pudiera
dar lecciones de acogida, a excepción de recientes medidas made in
PPSOE (otra licencia personal), véanse las concertinas o actuaciones
anti-humanitarias por fortuna no demasiado habituales, España sería
un hipotético candidato. La labor de iniciativas privadas, ONGs o
asociaciones es cada año impagable y compensa en parte la dejadez de
muchas instituciones. En términos generales, no considero que el
racismo sea una de nuestras señas de identidad, y en particular, en
el caso de las comunidades del sur, creo en ello con aún más
convicción.
Las
situaciones son tangibles cada mes en la zona del estrecho, este
drama no debería ceñirse a corrientes de pensamiento de uno u otro
bando, sino tratarse al dictado de la tan cacareada Declaración Universal de
Derechos Humanos. Adosar toda la responsabilidad del problema
migratorio africano a las sociedades europeas más depauperadas
(Italia, Grecia, España) exige una vehemente reflexión. Como
al parecer, el hambre nunca ha sido asunto
serio más allá de conciertos, singles cuchipandescos y aspiraciones
al Nobel de la paz de Bono, su factible erradicación no tiene visos
de producirse fuera de ejercicios poéticos. Así pues, si una mínima
conciencia resta tras las paredes de la ONU y del Parlamento Europeo,
propongo procurar una existencia más próspera a los hijos de la
descolonización a modo de panacea. Y ahora dígame, Sra. Malström,
¿qué prosperidad pueden ofrecer naciones sumidas en una crisis de
duración incierta, con índices de desocupación en máximos
históricos? Se lo diré, la "prosperidad" de ingresar en
la marginalidad, la condena a moverse en las líneas de la
legalidad/ilegalidad que usted y sus colegas tanto gustan de dibujar.
Remitiéndome
a lo dicho anteriormente, el mal endémico que trato aquí es una
cuestión mundial, y urge la concienciación plena en primer lugar de
poblaciones desarrolladas como la que usted representa, dotadas de
medios para contribuir con el fin que expongo. Porque, disculpe mi
ignorancia, pero desconozco la causa de esta sempiterna coincidencia:
los países más ricos siempre destacan por el férreo control de sus
fronteras.
Con
acritud,
R.I.
3 comentarios:
Tienes mucha razón Rafael, los medios disuasorios para que no lleguen a nuestras costas son lamentables y más lamentable aún que los países más desarrollados sean los primeros en cerrar sus fronteras a toda esperanza de futuro para seres humanos de países subdesarrollados. Un saludo.
Espectacular. Un abrazo admirado
Estoy de acuerdo en todas tus reflexiones Rafa, el mundo existe para todos y los flujos migratorios, no dejarán de suceder mientras existan las guerras, hambres, y otras calamidades que conducen a los seres humanos a ello, por mucho que los países ricos quieran cerrar los ojos a la realidad, y encerrarse en su burbuja de cristal. Un abrazo
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