Estúdialos, vive entre ellos, respira su ozono afrutado. Algún día llegarás a comprenderlos a través de sus fetiches. Si tú tienes
la voz de Pedro Salinas, ellos tienen la de Ted Hugues en
Cartas de cumpleaños.
Cuando lo abres, no estás abriendo un poemario, deshilas la crónica de una caída: la de Sylvia Plath, donde apenas se nos concede ese hueco que un lector necesita para sentirse huésped. Aquí eres un extraño invitado a un monólogo demasiado íntimo, en el que tampoco ayuda la casi completa ausencia de notas que faciliten la inmersión, siendo las escasas presentes un gesto aclaratorio algo estéril (
* Bloomsday es el día que transcurre la acción del Ulises de James Joyce). Obviando este detalle, Luis Antonio de Villena realiza un notable esfuerzo de traducción de un escritor que domina el lenguaje con la maestría de un grande. Ahí reside la convergencia de aquellos que consideran el libro una obra excepcional. Los textos
18 Rugby Street,
9 Willow Street, o
Las grutas de Karlsbad (mi favorito), demuestran la dimensión poética que perdura por encima de su valía como documento autobiográfico.
El conflicto llega a partir de la segunda mitad, cuando las composiciones se tornan más oscuras (
Setebos,
El dios abeja,
Los perros se están comiendo a tu madre) y el faro del receptor disminuye página tras página. Las metáforas, símbolos y referencias dejarán aturdido al no docto en la vida del matrimonio. Sólo los eruditos lograrán palpar la entraña de estas ochenta y ocho "cartas". Bajo el status de lector medio, es el gran pero que le pongo a
Birthday Letters. El poeta inglés se niega a realizar el proceso de distanciamiento que convierta el monólogo en diálogo. Virtud, dirán sus incondicionales, virtud injusta para el resto. Parece un ejercicio un tanto cargado de vanidad y vaga hipocresía escribir un libro de la manera que detallo e indirectamente exigir al mismo tiempo que el lector conozca al dedillo la biografía de ambos protagonistas. ¿Impostura convertida en estrategia de márketing? Fuera lo que fuese funcionó, pues tres lustros después continúan aumentando su ventas.
"Nunca se había visto nada parecido en literatura"(Andrew Motion de The London Times
dixit). Cito la única frase con la que coincido del extracto de su crítica recogida en la edición de Lumen de 1999. Crear un fenómeno literario utilizando la caída de la poetisa-icono de nuestra época ciertamente es algo insólito. Y ahora vuelvo al tema de una de mis últimas entradas: la bilis de la edad del plasma, que aquí defino como "Poesía Salmón", la mezcla resultante del amarillismo y el rosa. Este color salpicando al mundo lírico surge de manera ilativa, casi lógica en este caso. No todos los días uno puede decir que fue marido de Sylvia Plath.