(Albert Samain en su lecho de muerte, Eugène Carrière)
Es sensible, precioso, elegante, sugestivo, musical, de un relumbrón afectado y seductor, diríase que al borde de lo cursi; sus perifollos verbales y sus poses de desmadejamiento hacen sonreír, pero ¿qué es lo que no hace sonreír cuando el tiempo pasa?
(Carlos Pujol sobre El jardín de la infanta, en el prólogo del mismo)
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