(David Seymour)
Escribe sus memorias. Intenta en ellas esclarecer el lugar que ocupa el héroe en el sistema de la inevitabilidad, conciliar los opuestos entre sí conceptos de ser y destino.
El fuego flamea alegremente en la chimenea, en la cocina trajina su esposa, una muchacha exaltada que no pudo darle un varón, pero que se consuela pensando que, aún así, pasará a la historia. Prepara la cena, a la que asistirán el cura párroco y el boticario, ahora el más íntimo amigo de Prometeo.
El fuego flamea en la chimenea. En la pared hay un águila disecada y una epístola gratulatoria del tirano del Cáucaso y que gracias a la inventiva de Prometeo logró reducir a cenizas la ciudad sublevada.
Prometeo esboza una sonrisa. Tal es ahora su única forma de expresar su disconformidad con el mundo.
(Zbigniew Herbert)
No hay comentarios:
Publicar un comentario