Primeros de agosto en la Jerusalén de los lagartos es lo más parecido a un mundo sin poesía.
Me pregunto muchas cosas cada mañana. Por ejemplo, que si los jardineros se van de vacaciones, no sé quién cuidará los jardines. También me pregunto si el arte hace a la época o la época hace al arte cuando la propia sociedad constituye el mayor espectáculo. El doble infanticidio como folletín del año, el vídeo en bucle de un accidente ferroviario, la comparecencia circense de una clase política obsoleta, por citar tres ejemplos, son la bilis de la edad del plasma. Pocos saben que cada vez nacemos con el estómago más pequeño. O que pronto se celebrarán bodas express en Fukushima bajo el rito mutante.
Karlheinz Stockhausen, ahora justamente reivindicado por La Fura dels Baus, fue repudiado por la sociedad norteamericana cuando declaró que los atentados del 11-S eran "la mayor obra de arte jamás realizada". Si sólo nos quedamos con una primera lectura de estas palabras, el sentimiento de rechazo responde casi a un acto reflejo. Pero, al igual que Andy Warhol y sus quince minutos de gloria, parece que el tiempo ha acabado dándole la razón. ¿O acaso Osama Bin Laden no se ha convertido (ha sido convertido) en un icono del siglo XXI? Stockhausen pisó más allá que Warhol y cruzó esa línea que separa la sinceridad de la honestidad brutal. Sus palabras fueron tan manipuladas como malinterpretadas por el cuarto poder, cuyo ordinal hace tiempo deberíamos reconsiderar al alza. Pues el amarillismo domina el estilo periodístico para oprobio del arte. Cualquier forma de expresión musical, escrita o pictórica es incapaz de competir con la tragedia social, siempre sobreexpuesta bajo fines ocultos. Sectores conservadores lo venderán como una concienciación colectiva, consecuencia positiva de la globalización. Pero yo sólo lo veré como una falsa moralidad. Nunca un luto nacional resultó tan oportuno para un presidente corrupto.
Bienaventurados los que crean que la excelsa cobertura dada por cadenas como TVE o Antena 3 a la tragedia de Santiago nace de una honesta solidaridad. Porque ellos herederán los jardines de septiembre.
Karlheinz Stockhausen, ahora justamente reivindicado por La Fura dels Baus, fue repudiado por la sociedad norteamericana cuando declaró que los atentados del 11-S eran "la mayor obra de arte jamás realizada". Si sólo nos quedamos con una primera lectura de estas palabras, el sentimiento de rechazo responde casi a un acto reflejo. Pero, al igual que Andy Warhol y sus quince minutos de gloria, parece que el tiempo ha acabado dándole la razón. ¿O acaso Osama Bin Laden no se ha convertido (ha sido convertido) en un icono del siglo XXI? Stockhausen pisó más allá que Warhol y cruzó esa línea que separa la sinceridad de la honestidad brutal. Sus palabras fueron tan manipuladas como malinterpretadas por el cuarto poder, cuyo ordinal hace tiempo deberíamos reconsiderar al alza. Pues el amarillismo domina el estilo periodístico para oprobio del arte. Cualquier forma de expresión musical, escrita o pictórica es incapaz de competir con la tragedia social, siempre sobreexpuesta bajo fines ocultos. Sectores conservadores lo venderán como una concienciación colectiva, consecuencia positiva de la globalización. Pero yo sólo lo veré como una falsa moralidad. Nunca un luto nacional resultó tan oportuno para un presidente corrupto.
Bienaventurados los que crean que la excelsa cobertura dada por cadenas como TVE o Antena 3 a la tragedia de Santiago nace de una honesta solidaridad. Porque ellos herederán los jardines de septiembre.
1 comentario:
Estoy de acuerdo en tu reflexión Rafa; ese despliegue de la morbosidad y esa incidencia redundante en repetir una y otra vez las mismas informaciones, es claramente inmoral, y representan una falte de respeto absoluta para las víctimas y familiares.
Un saludo Rafa.
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