Un año después del 15-M, salta a la vista un dato poco favorable de una reciente encuesta: sólo tres de cada diez españoles se sienten verdaderamente representados por el movimiento social más importante de la historia reciente.
Cabe preguntarse qué es lo que ha fallado para que no sólo el partido de derechas por antonomasia se impusiera en unas elecciones generales, sino para que además en el ciudadano izquierdista de a pie haya cundido el desencanto, la apatía hacia un fenómeno reivindicativo que, siendo realistas, no ha conseguido cambiar nada.
Me he aventurado a fijar las principales razones del provisional fracaso de la Spanish Revolution:
- En primer lugar, el objetivo incierto y difuso de los indignados.
Democracia Real Ya! se define como una plataforma "apartidista" y "pacifista", términos para mí incompatibles dentro de un mismo manifiesto de principios. Si rechazan de pleno la violencia, el único camino posible es la constitución de un frente político. Si también desestiman la creación de un partido, ¿cuál es el camino entonces? ¿Creen que una manifestación pacífica cada sábado va a remover la ajada conciencia del señor Rajoy?
- El cisma en el seno de Democracia Real Ya!
La pretensión de convertirla en una asociación por parte de cinco portavoces provocó su polémica expulsión y la escisión definitiva de la parte implicada en otra DRY! Desde el primer momento miembros de ambas facciones han mostrado su preocupación ante la imagen de falta de unidad que justo ahora en el aniversario se hace palpable.
- El respaldo de algunas asambleas a CCOO y UGT durante la última huelga general.
Y es que los sindicatos gozan de escasa simpatía entre los que verdaderamente pensamos en reformar esta democracia. En un principio la web indignado.org señaló la negativa a secundar el parón, aunque matizaron que "sus miembros sí podrían hacerlo de manera individual", como al final ocurrió con la asamblea del barrio madrileño de Malasaña, una de las más destacadas.
- Una débil constancia de los grupos de trabajo.
Durante los meses estivales las actividades de las distintas asambleas se redujeron drásticamente. ¿Por qué no se llevaron a cabo contínuas protestas con la misma frecuencia que en las primeras semanas del movimiento? Comprendo la previsible menor asistencia de público que experimentarían en esas fechas, pero una firme constancia hubiese añadido un plus de seriedad a la indignación.
- Actos violentos inútiles y sacados de contexto unidos a actitudes demasiado festivas.
Quemar un Starbucks no es reivindicar unos derechos, es puro vandalismo. Acudir a una manifestación con tambores, pitos y flautas y bailando al son de esa "música" no es reinvindicar unos derechos, es un desfile de Carlinhos Brown.
- La contínua campaña de difamación de la mass media conservadora.
ABC, La Razón, o el grupo Intereconomía han logrado poner de relieve los defectos del 15M a la vez que han dado aún más voz al mismo, pero, como suele ser triste tradición, la fortaleza y unión de la derecha ha vuelto a vencer la partida.
La solución se antoja complicada, pues como ya comenté en el primer motivo de la baja popularidad de la protesta, combinar las palabras "pacifismo" y "apartidismo" está siendo el gran error. Adherirse o no al sistema debe ser la cuestión primordial para DRY! Si lo hacen caerán en la contradicción de pertenecer al Estado, formar parte del juego tan criticado, aunque para eso todavía tendrían que pasar tres largos años de nubloso horizonte. Además la práctica totalidad de sus propuestas resultan utópicas a ojos de un orden podrido de hombres caducos, por lo que morirían en un saco roto sin fondo. Si no lo hacen, toca volver a los incidentes del Parlament de Catalunya redoblando la violencia cabal, convertir las calles en un polvorín de manifestantes bien organizados con objetivos claros y concretos hasta que sean escuchadas a fuerza de ocupar el Congreso, la Moncloa o la Zarzuela. Pero la apuesta por la anti-sistematización dibuja un horizonte igualmente incierto y plantea otras preguntas aún más serias: ¿Quién estaría dispuesto hoy día a exponerse a duras penas de cárcel, o en el peor de los casos, a la muerte por un disparo de las fuerzas de seguridad? ¿Haría falta tener que llegar a la situación de Grecia o de Siria para que esto ocurriese?
El 15M tiene una cita crucial con su futuro durante los próximos meses. No me gustaría verlo morir como un nuevo Mayo del 68, otro sueño perdido por no saber despertar a tiempo. La lucha civil es la única salida posible al estatismo en el que la sociedad lleva demasiado tiempo sumida, pero me inquieta desconocer si estaremos preparados para sus posibles consecuencias.
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1 comentario:
Faltan unas bases sólidas. El 15M se percibe, desde fuera, como una amalgama de buenas intenciones. Hay que definir objetivos. Unificar criterios. Y, sobre todo, desmarcarse. Que nadie pueda etiquetar al movimiento. Abrazos.
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