La cara de Matías Prats sobre los posos del café no me deja dormir,
me seca las manos más tibias del hemisferio norte
cuando anuncia temporal,
ahora que necesito el sándalo en tu ropa.
Soy un malpensado si creo que vuestros informativos
quieren que la primavera nos sorprenda
viendo alguna serie tan bien producida como el frio.
Se aplaza la revolución por tormentas de nieve hasta nuevo aviso.
Tambien soy un misántropo si no tengo un Smartphone con WhatsApp
ni escribo en (hasta) 140 caracteres
de qué tamaño es el nuevo juanete de mi pie izquierdo.
Lo comprendo y deseo continuar.
E incluso puedo ser algo peor cuando afirmo
que entre verdades se van los que se alejan,
que nadie está educado para la sinceridad.
Pensad que todo va bien.
Señalad el pecado con una cruz,
atrapadlo como a una araña herida dentro de una copa de cristal
llena de humo, puesta del revés.
Escupid después al cielo cuando henchidos de orgullo
abracéis el gris escribiendo:
"La verdad es sólo una cuestión de palabras".
Pensad que todo va bien.
Yo sé que la ceguera será la enfermedad del futuro,
una generación perdida de hombres-topo
sobrevivirá al siglo veintiuno
escondidos bajo el metro de Budapest.
Y qué triste la imposible espera.
Por una vez, mi padre se vestiría de rey.
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