Debería existir un ave que se llamase Pizarnik.
Cuerpo fosforescente, ojos azul verdosos. Plumaje con colores ceniza y negro noche. Al otro lado de la noche brillando en huecos nidos de hilos rígidos y alimentándose sólo de viento.
Su canto despierta cada otoño, un llanto mudo por las lilas muertas que miran demasiado a las rosas y se queman los ojos. Es la melodía que sinonima el paisaje perfecto de su soledad.
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